5 de marzo de 2010

Caminata

Ultimamente salgo del laburo con mucha hambre (o es mucho hambre?), no es apetito, es hambre , y como algo a la salida mientras camino por la calle, es una actividad a la que le empiezo a encontrar cierta alegría, esquivar gente apurada y comer al mismo tiempo se me hace entretenido. Hace dos días salí y arranqué con una manzana, paso por la puerta de un negocio que vende libros religiosos y sale un monja, casi sin querer pero queriendo le dí un mosrdisco cargado de intención a la manzana, la monja me miró y provocó en mí un sentimiento pecador, orgullosamente pecador. Sí, señora, no soy como usted. Soy distinta, no me veo bien dentro de un hábito y jamás pensaría como usted acerca de muchas cosas.
Creo que las monjas sacan lo peor de mí, qué es lo que les hace mirar como si supieran algún secreto que el resto de los mortales desconocemos?
A pesar de su imagen de bondad y caridad me generan una violencia inexplicable, ganas de aclararles cómo yo veo el mundo (unas ganas inútiles supongo).
Yo creo que piensan que por propiedad transitiva son un poco sagradas, para mí al carajo con las monjas...

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