18 de febrero de 2010

Roble.

Estas hojas son del roble chiquito que está en la casita de la costa; que es hijo del roble que plantó mi abuelo cuando se vino a vivir a Argentina y decidió hacer su casa en Burzaco. Me gusta que las cosas tengan una historia. Yo jugué a muchas cosas de chiquita bajo el roble de Burzaco, era el árbol que prefería mi mamá de todos los que había (y eso que eran muchos: ciruelo rojo, ciruelo amarillo, duraznero, níspero, higuera, limonero, limón-mandarina, mimbre, paraíso, palta y hasta parra con uvas verdes y parra con uvas rojitas...), a mí me parecía que los árboles que daban frutas eran mucho mejores pero por algún motivo que no recuerdo la sombra del roble era más confortable. Del roble se desprendían una suerte de "bellotas" y juegar con ellas siempre era entretenido. Al lado del roble había un pequeño cañaveral y al lado del cañaveral: el gallinero. La cercanía de esos espacios lo transformaban en un mundo de misterio.
Supongo que mi mamá prefería ése árbol porque le hacía acordar a mi abuelo. Ahora ya no tenemos la casa de Burzaco y este pequeño árbol transplantado en otro sitio, hijo del otro gran árbol me recuerda que mi mamá es hija de mi abuelo, solamente de mi abuelo.

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